lunes, 9 de junio de 2008

matrimonio y amor por emma goldman


Traduccion: Proyectil Fetal...

Advertencia: empieza bien arriba, se pone un poco cursi hacia el final, guardiiiiiiiiiiiii.

La noción popular acerca del matrimonio y el amor dice que ambos son sinónimos, que florecen de los mismos motivos, y cubren las mismas necesidades humanas. Como la mayoría de las nociones populares, ésta también descansa no sobre hechos reales sino sobre la superstición.
El matrimonio y el amor no tienen nada en común, están en polos opuestos, son, de hecho, antagonistas. Sin duda, algunos matrimonios son el resultado del amor. Sin embargo, no porque el amor pueda afirmarse en el matrimonio, sino más bien porque las convenciones le pueden quedar chicas a algunas pocas personas. Existe hoy un gran número de varones y mujeres para quienes el matrimonio no es sino una farsa, y que se someten a él por el bien del que dirán. De cualquier modo, aunque es verdad que algunos matrimonios están basados en el amor, y aunque es igualmente cierto que el amor continúa en la vida matrimonial, mantengo que eso ocurre a pesar del matrimonio y no por él.
Por otra parte, es completamente falso que el amor resulte del matrimonio. Algunas raras veces, se conoce un caso milagroso de un matrimonio enamorándose después de consumado el mismo, pero mirándolo de cerca, se descubre que es simplemente ajustarse a lo inevitable. Cuando se saca una póliza de seguro, se paga en billetes y centavos, siempre con la posibilidad de discontinuar los pagos. Sin embargo, si la prima de seguro del marido es la mujer, ella paga son su propio nombre, su privacidad, su autoestima, su propia vida, “hasta que la muerte les separe”. Más aun, el seguro de matrimonio la condena a una vida eterna de dependencia, parasitismo, completa inutilidad, tanto individual como social. El varón también paga su peaje, pero como su esfera es más amplia, el matrimonio no lo limita en la misma medida que a la mujer. Él siente las cadenas en el sentido económico. La famosa frase del Dante en el Infierno[1] se aplica con igual fuerza al matrimonio: “Quién aquí ingrese, deje atrás toda esperanza[2].”
El matrimonio es una falla, únicamente un estúpido podría negarlo. Sólo con mirar las estadísticas de divorcio podemos darnos cuenta del amargo fracaso del matrimonio. Tampoco el argumento estereotipado filisteo[3] que la laxitud de las leyes de divorcio y la soltura creciente de las mujeres da cuenta de que uno de cada 12 matrimonios termina en divorcio; segundo, que desde 1870 los divorcios han crecido de 28 a 73 % por cada 100.000 habitantes; tercero, que el adulterio, desde 1867, como causal de divorcio, se ha incrementado 270,8%; cuarto, que el abandono de hogar creció 369,8%[4].
Además de estas alarmantes cifras hay una vasta cantidad de material, dramático y literario, que echa más luz sobre este asunto. Robert Herrick[5] en Together (Juntos), Pinero[6] en Mid Channel (Canal medio), Eugene Walter en Paid in Full[7] (Totalmente Pagado), y muchxs más autorxs discuten la esterilidad, la monotonía, la sordidez, la inadecuación del matrimonio como factor de armonía y entendimiento.
Lxs estudiantes pensativos no se contentarán con una explicación superficial de este fenómeno. Tendrán que excavar más profundo en la vida de los sexos para conocer por qué el matrimonio prueba ser tan desastroso. Edward Carpenter[8] dice que detrás de cada matrimonio se encuentra el vívido ambiente de ambos sexos, un ambiente tan diferente del uno para la otra, que el varón y la mujer deben permanecer como extrañxs. Separadxs por una pared inconmensurable de superstición, costumbre, hábito, el matrimonio no tiene el potencial para desarrollar conocimiento y respeto por sus miembros, sin los cuales la unión sería un fracaso. Henrik Ibsen[9], quien odiaba todas las farsas sociales, fue el primero, quizás, en darse cuenta de esta verdad. El personaje principal de Casa de Muñecas, Nora, abandona a su marido, no- como la estúpida crítica supone- porque estaba cansada de las responsabilidades o porque sintió la necesidad de los derechos de la mujer, sino porque se dio cuenta de que había estado casada por 8 años con un extraño a quien le había dado hijxs. ¿Puede haber algo más humillante, más degradante que la proximidad entre dos extrañxs? La mujer no necesita saber nada acerca del varón, excepto cuánto gana. Y para comprender a la mujer- ¿qué importa sino su apariencia agradable? No hemos superado el mito teológico de que la mujer no tiene alma, de que ella es un mero apéndice del varón, hecha de su costilla para uso del varón, un varón que era tan fuerte que le temía a su propia sombra.
Tal vez la pobre calidad de material de donde surge la mujer sea responsable de su inferioridad[10]. De todas formas, la mujer no tiene alma- ¿qué se puede entonces saber de ella? A parte, cuánto menos alberga el alma de una mujer, más valor tiene como esposa, es decir, más rápidamente será absorbida por su esposo. Es el esclavizante y dócil consentimiento a la superioridad del marido lo que ha mantenido la institución del matrimonio aparentemente intacta por tanto tiempo. Ahora que la mujer está comenzando a ser ella misma, ahora que gradualmente se da cuenta de que ella puede estar fuera de la gracia del amo, la sagrada institución del matrimonio es gradualmente minada y ninguna cuota de lamento sentimental puede permanecer.
Desde la infancia, se le dice a la muchacha promedio que su última meta es el matrimonio, por eso, su entrenamiento y educación se dirige a tal fin. Como una bestia muda, engordada para el matadero, se la prepara para eso. Sin embargo, se le permite conocer menos de sus funciones como esposa y madre que lo que el artesano necesita para realizar su oficio. Es indecente y sucio para una nena respetable conocer los vericuetos de la relación marital. En pos de una inconsistente respetabilidad, tal ignorancia necesita el voto matrimonial para convertir algo sucio en el acuerdo más puro y sagrado que nadie ose cuestionar o criticar. Y esa es la actitud del típico defensor del matrimonio. Se mantiene a la futura madre y esposa en total ignorancia de su único valor en el campo competitivo- el sexo. Por eso, ella entra en una relación eterna con un varón sólo para saberse estupefacta, repelida, indignada sin límite por el instinto más natural que existe- el sexo. Es seguro que un gran porcentaje de infelicidad, miseria, angustia y sufrimiento físico en el matrimonio se debe a la criminal ignorancia en temas de sexo, ignorancia que se presenta como gran virtud. Tampoco es exagerado decir que más de un hogar se ha roto por este hecho deplorable.
Sin embargo, si una mujer es libre y suficientemente grande para aprender los misterios del sexo sin sanción del estado o de la iglesia, será condenada como indeseable para ser la esposa de un “buen” hombre, cuya bondad consiste en un cerebro vacío y lleno de dinero. ¿Puede haber algo más indigno que la idea de que una mujer adulta y sana, llena de vida y pasión, deba negar el sexo, deba atenuar y dominar su intenso deseo, erosionar su salud, y corromper su espíritu, deba atrofiar su visión, retenerla contra la profunda y gloriosa experiencia sexual hasta que “un buen hombre” llegue y la tome para si como esposa? Este es tan solo uno de los factores que diferencia al amor del matrimonio, aunque no el menos importante.
La nuestra es una edad práctica. El tiempo en el que Romeo y Julieta se exponían a la ira de los padres por amor, cuando Gretchen se exponía a la murmuración de los vecinos por amor, no existe más. Si, en raras ocasiones, la gente joven se permite el lujo del romance, son tomandxs al cuidado de lxs mayores, vaciadxs y machacadxs hasta que se vuelvan “sensatxs”. La lección moral en la que se instruye a la muchacha, no es si el varón despierta su amor, sino “¿Cuánto tiene?”- único Dios de EE. UU. y el más importante-; “¿puede el varón mantenerme?”, es lo único que justifica el matrimonio. Gradualmente, esto satura cualquier pensamiento en la muchacha, sus sueños no son la luz de la luna y los besos, la risa o el llanto; sus sueños son ir de compras al shopping. Esta pobreza espiritual y esta sordidez son los elementos inherentes a la institución del matrimonio. El Estado y la Iglesia aprueban esto porque lo necesitan para controlar al varón y a la mujer.
Sin duda hay personas que siguen considerando el amor por sobre el dinero. Particularmente, esto es cierto en la clase social para la cual la necesidad económica les ha forzado a apoyarse mutuamente. El cambio en la posición de la mujer, creado a la fuerza por el factor económico, es de hecho fenomenal si pensamos que ella recién ha ingresado al área industrial. 6 millones de mujeres asalariadas, 6 millones que tienen los mismos derechos que los varones a ser explotadas, a ser robadas, a hacer huelga, o incluso a morir de hambre. ¿Algo más, patrón? Sí, 6 millones de trabajadoras asalariadas, desde los trabajos más intelectuales hasta las minas y las vías de tren, sí, incluso detectives y policías mujeres. Seguro que le emancipación se ha completado. Sin embargo, solo un reducido número del vasto ejército de mujeres asalariadas ven su trabajo como una situación permanente, tal como lo hace el varón. No importa cuán decrepito se encuentre éste, se le ha enseñado a ser independiente, a mantenerse a si mismo. Ya sé, nadie es realmente independiente en nuestra máquina económica; pero incluso el más bajo espécimen de varón odia ser un parásito, o ser conocido como tal. La mujer considera su posición de trabajadora como algo temporal, algo que se va a dejar de lado frente a una mejor oferta. Por eso, es mucho más difícil organizar a las mujeres que a los varones. “¿Por qué voy a participar en un sindicato? Me voy a casar, y quedarme en casa.” ¿Acaso no se le ha enseñado desde pequeña a pensar en el matrimonio como su fin último? Ella aprende suficientemente rápido que el hogar, aunque no tan grande como una prisión o una fábrica, tiene barrotes más sólidos. Tiene un guardián tan fiel que nadie se escapa de él. La parte más trágica es que el hogar no la libera de la esclavitud del salario, sólo incrementa sus labores.
De acuerdo a las estadísticas entregadas frente al Comité de trabajo y salario y hacinamiento de la población, solo el 10% de los trabajadores asalariados en Nueva York están casadas, y continúan trabajando en los peores empleos. Añádase a este horrible hecho las pesadas tareas domésticas, y entonces ¿qué queda de la protección y la gloria del hogar? De hecho, incluso la muchacha de clase media casada no puede hablar de su hogar puesto que es la presencia del varón el que crea esta esfera. No importa si el marido es un bruto o un encanto. Lo que quiero probar es que el matrimonio le garantiza a la mujer un hogar sólo por gracia del marido. Ella se mueve en la casa de ÉL, año tras año, hasta que su vida se vuelve chata, estrecha, y apagada. No sorprende que ella se vuelva también gruñona, pesada, mezquina, peleadora, chusma, insoportable, haciendo que el varón la abandone. Ella no puede irse, incluso si lo deseara, porque no hay adónde ir. Más aun, un período corto de matrimonio, de completa entrega de sus facultades, incapacita absolutamente a la mujer promedio para vivir en el mundo exterior. Se vuelve descuidada en su apariencia personal, torpe de movimientos, dependiente en las decisiones, cobarde en su juicio. Una carga y un aburrimiento que la mayoría de los varones llega a odiar y despreciar. Un ambiente maravilloso e inspirador para tener una vida, ¿no es cierto?
Pero, ¿cómo se protege a lxs hijxs sino es dentro del matrimonio? ¿No es acaso esa la consideración más importante? ¡Cuánta hipocresía, y vergüenza! El matrimonio que protege a lxs hijxs pero hay miles de niñxs de la calle o aboandonadxs. El matrimonio protege a lxs hijxs pero los institutos de menores y los orfanatos están sobrepoblados, las Sociedades de Prevención contra la Crueldad hacia lxs niñxs atareadísimas tratando de rescatar a las pequeñas víctimas de sus “amorosxs” padres, para re-ubicarlos en instituciones donde serán mejor tratadxs. ¡Todo eso es una burla!
El matrimonio quizás tenga el poder de llevar el caballo hacia el agua, pero ¿puede hacerlo beber? La ley pondrá al padre bajo arresto, y le dará ropas de preso, pero ¿acaso eso calmará el hambre infantil? Si el padre no tiene trabajo, o si esconde su identidad, entonces ¿para qué sirve el matrimonio? Invoca a la ley para llevar al hombre a la justicia, ponerlo tras una puerta cerrada, sin embargo, su trabajo no va para lxs hijxs, sino para el estado. Lxs niñxs solo recuerdan la imagen de sus padres presos. En cuanto a la protección de la madre, justamente allí radica la maldición del matrimonio. No es que la proteja realmente, sino que la sola idea es tan revulsiva, tan ultrajante, tan ofensiva, tan degradante como para condenarla eternamente a una vida parasitaria. Es como ese otro acuerdo paternalista- el capitalismo. Le roba al ser humano de sus derechos naturales, deja inconsciente su crecimiento, le envenena el cuerpo, le mantiene en la ignorancia, y la dependencia, e instituye la caridad, sacan provecho del último vestigio de respeto. La institución del matrimonio que vuelve a la mujer un parásito, un ser completamente dependiente y la incapacita para la lucha, le aniquila su conciencia social, le paraliza la imaginación, y luego le impone su graciosa protección que es ciertamente una trampa de la realidad, una parodia de la personalidad humana.
Si la maternidad es la mayor realización de la naturaleza humana, ¿qué otra protección necesita la mujer sino amor y libertad? El matrimonio desafía, obstaculiza y corrompe su realización. ¿No se le dice acaso a la mujer “solo a través de mí traerás vida al mundo?” ¿Acaso no la condena al encierro, no la degrada y humilla si se rehúsa a comprar su derecho a la maternidad mediante su propia venta? ¿Acaso no es solo el matrimonio quien permite la maternidad, aunque se haya concebido con odio o compulsivamente? Así las cosas, si la maternidad es una elección, de amor, de deseo, de pasión, ¿acaso no le clava a un inocente una corona de espinas y la graba en la frente con horribles letras rojas “bastardx”? Aun si el matrimonio tuviera todas las virtudes que dice tener, su crimen contra la maternidad lo excluiría del reino del amor.
El amor, el elemento más fuerte y profundo de la vida, el mensajero de la esperanza, de la felicidad, del éxtasis; el amor, que desafía las leyes, todas las convenciones, el amor, lo más libre de la vida, y su impronta más poderosa. ¿Cómo puede una fuerza tal ser sinónimo del estado y de la iglesia?
¿Amor libre? ¡Cómo si el amor pudiera ser otra cosa sino libre! El ser humano se compró un cerebro, pero nadie ha podido comprar el amor. El ser humano ha domeñado cuerpos, pero todo el poder sobre la tierra no ha podido con el amor. El ser humano ha conquistado naciones, pero todos sus ejércitos no pueden conquistar el amor. El ser humano ha encadenado y el espíritu, pero no ha podido ponerle cadenas al amor. Alto en un trono, con toda la pompa y el esplendor del oro, el hombre es pobre y está desolado, si el amor no se detiene ante él. Y si lo hace, el amor convierte a la casucha más pobre en radiante con calidez, vida y color. El amor tiene el poder mágico de convertir a un mendigo en rey. Sí, el amor es libre. No puede habitar sino en libertad. En libertad se entrega sin reserva, abundantemente, por completo. Todas las leyes, todas las cortes del universo, no pueden arrancarlo de la tierra una vez que el amor echó raíces. Si el suelo es estéril, ¿cómo puede el matrimonio hacer que brinde frutos? Es como un manotazo de ahogado ante la muerte.
El amor no necesita protección, es su propia protección. En la medida que el amor engendre vástagos, ninguna criatura será abandonada o morirá de hambre o necesitará afecto. Sé que esto es cierto cuando las mujeres se convierten en madres elegiendo libremente a los varones que ellas aman. Pocos niñxs engendrados en el matrimonio pueden disfrutar el cuidado, la protección, la devoción que las madres libres son capaces de brindar.
Quienes defienden la autoridad le temen a la maternidad libre, y les quitan su presa. ¿Quién luchará en las guerras? ¿Quién creará riqueza? ¿Quién hará a lxs policías, lxs carcelerxs, si las mujeres se rehúsan a tener hijxs indiscriminadamente? ¡La raza, la raza! Grita el rey, el presidente, el capitalista, el sacerdote. La raza debe ser preservada, aun si la mujer se degradada al nivel de una máquina. Pero estos esfuerzo son vanos para mantenerla apresada. En vano son también los edictos de la iglesia, los insanos atacas de quienes gobiernan, en vano e incluso el brazo de la ley. La mujer no desea mas ser una pieza de la reproducción de una raza enferma, débil, decrepita, de seres humanos que no tienen la fuerza o el coraje moral para liberarse del yugo de la pobreza y la esclavitud. En cambio, ella desea menos y mejores hijxs, engendrados y criados en el amor y por libertad de elección, no por compulsión, como impone el matrimonio. Nuestros pseudomoralistas todavía deben aprender el sentido profundo de la responsabilidad hacia lxs hijxs, que el amor en libertad despierta en el pecho humano. Ella preferiría no tener que traer vida a una atmósfera de destrucción y muerte. Y sí se convierte en madre, es para darle a lxs hijxs lo mejor y más profundo de su ser. Crecer con ellos es su lema, sabe que sólo así puede ayudar a construir la humanidad verdadera.
Ibsen debe haber tenido la visión de la madre libre, cuando, con giro magistral, retrató a la Sra. Alving[11]. Ella era la madre ideal porque se liberó del matrimonio y sus horrores, porque rompió sus cadenas, y liberó su espíritu hasta recobrar su personalidad, regenerada y fuerte. Era tarde para rescatar su vida. Aquellas que como Sra. Alving hayan pagado con sangre y lágrimas su despertar espiritual, repudian el matrimonio como imposición, chatura, y burla vacía. Saben, incluso si el amor permanece durante breve tiempo o por toda la eternidad, que es la única base elevada, creativa e inspiradora para un nuevo mundo, una nueva raza.
En nuestra jibarizada condición actual el amor es un extraño para la mayoría de las personas. Malentendido y esquivo, nunca hecha raíces, o si lo hace se marchita pronto y muere. Su fibra delicada no puede resistir la tensión y el sufrimiento diario que lo muele. Su alma es demasiado compleja para ajustarse a apretada trama del tejido social. Llora, se queja y sufre con aquellas personas que lo necesitan y no tienen la capacidad para llegar a él.
Algún día, algún día, los varones y las mujeres se levantarán y alcanzarán la cima de la montaña. Serán libres y fuertes listxs para recibir, tomar parte y disfrutar de los dorados rayos del amor. ¿Qué hermosura, qué imaginación, qué genio poético puede prever las potencialidades aproximadas de una fuerza tal en los seres humanos? Si el mundo llega parir en completo compañerismo y unicidad, el amor, y no el matrimonio, será su progenitor.


[1] Se refiere a la Divina Comedia de Dante Allighieri.
[2] “¡Oh, voi che entrate, lasciate ogni speranza!”.
[3] Se refiere el pueblo filisteo que figura en la Biblia, figurativamente persona vulgar y de cortos alcances. Diccionario Salvat (1993).
[4] Las estadísticas refieren al momento original de publicación de este escrito.
[5] (Cambridge, 1868 - Saint Thomas, 1938) Escritor y profesor estadounidense. Tras licenciarse en Harvard se dedicó, entre 1893 y 1923, a la docencia en el Departamento de Filología Inglesa de la University of Chicago. Desde 1935 hasta su muerte, Robert Herrick desempeño el cargo de Secretario del Gobernador de las Islas Vírgenes. El tema central de sus novelas es el conflicto entre los ideales de la clase media norteamericana y el materialismo y la ambición de la sociedad urbana. Así, muchas de sus novelas muestran a profesionales y empresarios que se afanan a lo largo de su vida por tener éxito en los negocios para, al final, darse cuenta de que ese empeño tan sólo los conduce a la infelicidad. Ésta es la conclusión a la que llega el protagonista de The Man who Wins (El ganador), de 1897, un médico que abandona la investigación para dedicarse a la lucrativa práctica de la medicina. Otro médico es el protagonista de The Web of Life (La telaraña de la vida), de 1900, mientras que The Common Lot (El lote común), de 1904, está protagonizada por un arquitecto. En The Real World (El mundo real), de 1901 pero vuelta a publicar en 1908 con el título Jock O'Dreams; A life for a Life (Una vida por una vida), de 1910, y en Waste (Despilfarro), de 1924, los protagonistas son directivos de empresas que acaban lamentando sus éxitos materiales. Memoirs of an American Citizen (Memorias de un ciudadano americano), de 1905, es quizás su novela más conocida. Narra la historia de Van Harrington, que además de amasar una fortuna, obtiene un escaño en el Senado de Estados Unidos, pero, contrariamente al resto de personajes de Robert Herrick, no se lamenta ni se arrepiente de su triunfo. La novela Sometime (Algún día), de 1933, es una utopía satírica. El autor también escribió diversos volúmenes de cuentos como Love's Dillemmas (Dilemas de amor), de 1898; Their Child (Su hijo), de 1903; El dueño de la fonda (The Master of the Inn, 1908); The Conscript Mother (La madre recluta), de 1916; y Wanderings (Andanzas), de 1925. Otras obras: Together (Juntos), de 1908; One Woman's Life (Vida de una mujer), de 1913; Clark's Field (El campo de Clark), de 1914, y Hespérides.
[6] Arthur Wing Pinero (1855 – 1934 Dramaturgo inglés, n. y m. en Londres. Ganó fama con una serie de ingeniosas farsas y comedias sentimentales: The Magistrate (1885), The Schoolmistress (1886), Dandy Dick (1887), Sweet Lavender (1888) y The Weaker Sex (1888). Con The Second Mrs. Tanqueray (1893) se acreditó como maestro de la comedia social y humana; la crítica lo comparó a Sheridan por la densidad de sus recursos escénicos. Entre sus últimas producciones figuran The Princess and the Butterfly (1897), Trelawney of the Wells (1898), A Wife Without a Smile (1905), The Big Drum (1915) y The Enchanted Cottage (1922). Fue uno de los primeros representantes del «ibsenismo», si bien su criticismo moral y social tuvieron alcance y eco limitados. Recibió la dignidad de caballero en 1915.
[7] Se refiere a la obra de teatro firmada bajo pseudónimo de Eugene Walter presentada en Febrero de 1914 en EE. UU., género dramático.
[8] Edward Carpenter nació el 29 de agosto del año 1844 en Brighton; y falleció el 28 de junio de 1929. Fue un escritor, poeta y filósofo socialista, antologista y activista homosexual. Se dio a conocer a finales del siglo XIX y principios del XX en Gran Bretaña, siendo además figura clave para la fundación de la Sociedad Fabiana y del Partido Laborista.

[9] Henrik Ibsen original dramaturgo noruego, fue uno de lo más importantes creadores de la moderna literatura dramática considerado el fundador del teatro de ideas. Nació el 20 de marzo de 1828 en el puerto de Skien, pequeña ciudad al sur de (Noruega) y murió el 23 de mayo de 1906 Cristianía (actual Oslo). Considerado el más importante dramaturgo noruego y uno de los autores que más ha influido en la dramaturgia moderna, padre del drama realista moderno y antecedente del teatro simbólico. En su época, sus obras fueron consideradas escandalosas por una sociedad dominada por los valores victorianos, obras que cuestionaban el modelo de familia y de sociedad dominante. Sus obras no han perdido vigencia y es uno de los autores no contemporáneos más representado en la actualidad. Casa de muñecas (1879). Desde sus primeros estrenos el 21 de diciembre de 1879 en el Teatro Real de Copenhague y el 20 de enero de 1880 en el Teatro Nacional de Cristianía, Nora, su protagonista, y su portazo final abandonando a su familia, se convirtieron en bandera del feminismo y su autor en abanderado. Ibsen plantea en esta obra, con el matrimonio Helmer, la relación entre sexos. Según sus propias palabras: Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer. Y a la mujer se la juzga según el código de los varones. [...] Una mujer no puede ser auténticamente ella en la sociedad actual, una sociedad exclusivamente masculina, con leyes exclusivamente masculinas, con jueces y fiscales que la juzgan desde el punto de vista masculino.”(Notas para la tragedia actual. Ibsen.)

[10] Cf. Redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz: “Hombres necios que acusáis/a la mujer, sin razón, /sin ver que sois la ocasión/de lo mismo que culpáis;…”
[11] En la obra de teatro Espectros (1881) de Ibsen, su protagonista, la señora Alving, siguiendo el consejo del pastor Manders, vive junto a su marido simulando ser feliz, siguiéndole en sus vicios e intentando ocultarlos, preservando la imagen respetable que la sociedad mantiene sobre él. Estrenada en Berlín fue prohibida el día de su estreno, fue igualmente prohibida durante quince años en Noruega al considerarla disoluta y revolucionaria.

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