Scarfó/Di Giovanni: una ética amatoria anarquista incomprendida
Proyectil Fetal
http://www.proyectilfetal.blogspot.com/
proyectilfetal@gmail.com
Para mis versos escritos tan temprano,
Que ni yo sabía que era poeta,
Brotados como gotas de la fuente,
Como chispas de cohetes
Como pequeños diablos irrumpiendo
En el templo, donde rige el sueño y el incienso;
Para mis versos sobre la juventud y la muerte,
Para mis no leídos versos
Dispersos, llenos de polvo, en librerías
Donde nadie los compra, ni los compraba…
Para mis versos, como para nobles vinos,
Su turno llegará
Marina Tsvietaieva
Estimo a aquel que aprueba la conjuración y no conjura; pero no siento nada más que desprecio por esos que no sólo no quieren hacer nada sino que se complacen en criticar y maldecir a aquellos que hacen.
El amor, el amor libre, exige aquello que otras formas de amor no pueden comprender. Y nosotros dos, rebeldes divinos (jamás nadie podrá llegar a nuestras cumbres), tenemos derecho a desagotar el pantano de la moral corriente y cultivar allí el inmenso jardín donde mariposas y abejas puedan satisfacer su sed de placer, de trabajo y de amor.
Severino Di Giovanni
Los hombres de mi vida han tenido tres características:
fueron inteligentes, anarquistas y muy guapos
América Scarfó
Magistradxs que se pasan la vida
Ocultado sus errores
Miran hacia vos y hacia mí
y la envidia les hace llorar
Morrissey
Argentina, 1931: Lo último del anarquismo de acción se extinguía con Severino Di Giovanni y su grupo de afinidad. A su compañera, América Scarfó, no se le permite ser testigo del fusilamiento de su amante y la de su hermano. Tres años antes, ella sola defiende la causa del Amor Libre y la Camaradería Amorosa en una carta a Armand frente a la actitud de repudio hacia Di Giovanni, 10 años mayor y casado.
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Para mis versos escritos tan temprano,
Que ni yo sabía que era poeta,
Brotados como gotas de la fuente,
Como chispas de cohetes
Como pequeños diablos irrumpiendo
En el templo, donde rige el sueño y el incienso;
Para mis versos sobre la juventud y la muerte,
Para mis no leídos versos
Dispersos, llenos de polvo, en librerías
Donde nadie los compra, ni los compraba…
Para mis versos, como para nobles vinos,
Su turno llegará
Marina Tsvietaieva
Estimo a aquel que aprueba la conjuración y no conjura; pero no siento nada más que desprecio por esos que no sólo no quieren hacer nada sino que se complacen en criticar y maldecir a aquellos que hacen.
El amor, el amor libre, exige aquello que otras formas de amor no pueden comprender. Y nosotros dos, rebeldes divinos (jamás nadie podrá llegar a nuestras cumbres), tenemos derecho a desagotar el pantano de la moral corriente y cultivar allí el inmenso jardín donde mariposas y abejas puedan satisfacer su sed de placer, de trabajo y de amor.
Severino Di Giovanni
Los hombres de mi vida han tenido tres características:
fueron inteligentes, anarquistas y muy guapos
América Scarfó
Magistradxs que se pasan la vida
Ocultado sus errores
Miran hacia vos y hacia mí
y la envidia les hace llorar
Morrissey
Argentina, 1931: Lo último del anarquismo de acción se extinguía con Severino Di Giovanni y su grupo de afinidad. A su compañera, América Scarfó, no se le permite ser testigo del fusilamiento de su amante y la de su hermano. Tres años antes, ella sola defiende la causa del Amor Libre y la Camaradería Amorosa en una carta a Armand frente a la actitud de repudio hacia Di Giovanni, 10 años mayor y casado.
¿Por qué aun hoy en medio de desarrollos incesantes sobre la Historia de las mujeres en el Anarquismo no se lee a América como activista? ¿Qué se reproduce cuando se invisibiliza la agencia de un individuo al que no se le permite salir del maniqueísmo víctima vs. acompañante? Así conocida como “la compañera de” o como “la abusada por”...
Es nuestra intención historizar el amor Scarfó/Di Giovanni, no solo para reivindicar la figura de una activista -oculta al trazo oficial del feminismo y el anarquismo-, sino también para, partiendo del análisis de las sexualidades como praxis revolucionaria de la época, abordar críticamente la cuestión de la autonomía del sujeto y la matriz de inteligibilidad que impide leer la potencia individual por fuera de los límites que el Estado impone artificialmente (mayoría de edad y libre disposición del cuerpo).
Es nuestra intención historizar el amor Scarfó/Di Giovanni, no solo para reivindicar la figura de una activista -oculta al trazo oficial del feminismo y el anarquismo-, sino también para, partiendo del análisis de las sexualidades como praxis revolucionaria de la época, abordar críticamente la cuestión de la autonomía del sujeto y la matriz de inteligibilidad que impide leer la potencia individual por fuera de los límites que el Estado impone artificialmente (mayoría de edad y libre disposición del cuerpo).
Esta breve intervención anarquista intenta, entonces, recuperar y reivindicar a América Scarfó como figura autónoma dentro del anarquismo local de su época, y a su sexualidad, emancipada y libre de los prejuicios de género de su tiempo. Recuperación necesaria debido a los maldicientes comentarios que sobre su compañero, Severino, sobrevinieron, y que la colocaron a ella, hasta el día de hoy[1], como una “niña víctima desprotegida y abusada”. Nos referimos, por ejemplo, a casos como el del escritor Álvaro Abós que censuró a Di Giovanni por haber “abandonado” a su mujer y sus tres hijos y que consideró la relación como una fijación narcisista propia de una personalidad inmadura aunque Di Giovanni se separó en buenos términos de su mujer, Teresina, y que recién afianzó su relación con Scarfó tres años después de haberla conocido. Es decir, cada vez que se menciona a Severino, se hace referencia por un lado a su relación con América en términos de criminalización pedofila, y por el otro en términos morales por el fin de su relación con su esposa, a partir del imaginario social.
Love Story
“No voy a ir a pedir nada, sino a recuperar algo que me pertenece”; tal las palabras, a los 86 años, con que Josefa América Scarfó se dirigió a el ex Ministro del Interior, Carlos Corach, cuando le devolvieron sus cartas de amor que hace más de 60 años le escribió su compañero, el anarquista Severino Di Giovanni.
Esas cartas dan cuenta de una relación no solo afectiva basada en lo sexual, sino desde la afinidad y la camaradería anarquista que se inició entre dos individuos que profesaban amor por la Idea cuando perseguido por la Policía, Di Giovanni, aceptó la invitación para instalarse en una habitación de la casa de los Scarfó, en Villa Ortúzar. Severino llegó allí con su esposa Teresa Mascullo y sus hijos. En ese lugar, con 24 años aproximadamente, conoció a la familia Scarfó y se enamoró de la menor de la familia, de 15, ella también anarquista junto a sus hermanos[2].
La relación se vio afectada no solo por los devenires y tempestades que acuciaban a lxs anarquistas de acción de la época, sino por un tendal de críticas que llevaron a América a dirigirse en una misiva al mismísimo Emile Armand, anarco-individualista mundialmente reconocido por su teoría y su práctica en el campo de las relaciones afectivas libres, y la camaradería amorosa anarquista[3]. La carta, fechada un 3 de diciembre de 1928, que por si sola es la réplica a las acusaciones contra el vínculo que ellxs entablaron y contra la invisibilización de las capacidades para discernir y un alegato de la madurez sexo-afectiva de América, se expresaba, anticipando incluso futuras habladurías, de la siguiente manera[4]:
“Tenemos que actuar, en todos los momentos de la vida, de acuerdo a nuestro modo de ver y de pensar, de manera que los reproches o las críticas de otra gente encuentren a nuestra individualidad protegida por los más sanos conceptos de responsabilidad y libertad en una muralla sólida que haga fracasar a esos ataques. Por eso debemos ser consecuentes con nuestras ideas... Soy una joven estudiante que cree en la vida nueva. Creo que, gracias a nuestra libre acción, individual o colectiva, podremos llegar a un futuro de amor, de fraternidad y de igualdad. Deseo para todos lo que deseo para mí: la libertad de actuar, de amar, de pensar. Es decir, deseo la anarquía para toda la humanidad. Creo que para alcanzarla debemos hacer la revolución social. Pero también soy de la opinión que para llegar a esa revolución es necesario liberarse de toda clase de prejuicios, convencionalismos, falsedades morales y códigos absurdos. Y, en espera de que estalle la gran revolución, debemos cumplir esa obra en todas las acciones de nuestra existencia. Para que esa revolución llegue, por otra parte, no hay que contentarse con esperar sino que se hace necesaria nuestra acción cotidiana. Allí donde sea posible, debemos interpretar el punto de vista anarquista y, consecuentemente, humano. En el amor, por ejemplo, no aguardaremos la revolución. Y nos uniremos libremente, despreciando los prejuicios, las barreras, las innumerables mentiras que se nos oponen como obstáculos. He conocido a un hombre, un camarada de ideas. Según las leyes burguesas, él está ‘casado’. Se ha unido a una mujer como consecuencia de una circunstancia pueril, sin amor. En ese momento no conocía nuestras ideas. Empero, él vivió con esa mujer varios años y nacieron hijos. Al vivir junto a ella, no experimentó la satisfacción que hubiera sentido con un ser amado. La vida se volvió fastidiosa, el único medio que unía a los dos seres eran los niños. Todavía adolescente, ese hombre toma conocimiento con nuestras ideas y nace en él una conciencia. Se convierte en un valiente militante. Se consagra con ardor y con inteligencia a la propaganda. Todo su amor no dirigido a una persona lo ofrenda a su ideal. … Ocurrió que las circunstancias nos hicieron encontrar al principio como compañeros de ideas. Nos hablamos, simpatizamos y aprendimos a conocernos. Así fue naciendo nuestro amor. Creímos, al principio, que sería imposible. Él, que había amado sólo en sueños, y yo, que hacía mi entrada a la vida. Cada uno continuó viviendo entre la duda y el amor. El destino –o más bien el amor– hizo lo demás. Abrimos nuestros corazones, y nuestro amor y nuestra felicidad comenzaron a entonar su canción en medio de la lucha y del ideal, que más impulso les dieron aún. …. Nosotros idealizamos el amor pero llevándolo a la realidad. El amor libre que no conoce barreras ni obstáculos. … También su mujer –a pesar de su relativo conocimiento– simpatiza con nuestras ideas. Últimamente ella dio pruebas de desprecio hacia los sicarios del orden burgués cuando la policía comenzó a perseguir a mi amigo. Fue así como la esposa de mi compañero y yo hemos llegado a ser amigas[5]. Ella no ignora nada de lo que representa para mí el hombre que vivía a su lado. El sentimiento de afecto fraternal que existía entre ellos le permitió a él confiárselo a ella. Por otra parte, él le dio libertad de actuar como ella lo deseara, tal como corresponde a todo anarquista consciente. … Pero he aquí que algunos se han erigido en jueces. Y éstos no se encuentran tanto en la gente común sino más bien entre los compañeros de ideas que se tienen a sí mismos como libres de prejuicios, pero que en el fondo son intolerantes. Uno de ellos sostiene que nuestro amor es una locura; otro señala que la esposa de mi amigo juega el papel de ‘mártir’, pese a que ella no ignora nada de lo que nos concierne, es dueña de su persona y goza de su libertad. Un tercero levanta el ridículo obstáculo económico. Yo soy independiente, como lo es mi amigo. …Aquí, en Buenos Aires, ciertos camaradas tienen del amor libre una idea verdaderamente exigua. Se imaginan que sólo consiste en cohabitar sin estar casados legalmente y, mientras tanto, en sus hogares siguen perdurando todas las ridiculeces y los prejuicios que son propios de los ignorantes. En la sociedad burguesa también existe esa clase de uniones que ignoran al registro civil y al cura. ¿Es acaso eso el amor libre? Por último, se critica nuestra diferencia de edad simplemente porque yo tengo 16 años y mi amigo 26. Unos me acusan de perseguir una operación comercial; otros me califican de inconsciente. ¡Ah, esos pontífices del anarquismo! ¡Hacer intervenir en el amor el problema de la edad! ¡Como si no fuera suficiente que el cerebro razone para que una persona sea responsable de sus actos! Por otra parte, es un problema mío y si la diferencia de edad no me importa nada a mí, ¿por qué tiene que importarle a los demás? Lo que quiero y amo es la juventud del espíritu, que es eterna. Hay también aquellos que nos tratan de degenerados, de enfermos y de otros calificativos de la misma especie. A todos ellos les contesto: ¿por qué? ¿Porque nosotros vivimos la vida en su verdadero sentido, porque rendimos un culto libre al amor? ¿Porque igual a los pájaros que alegran los paseos y los jardines nos amamos sin importarnos los códigos o las falsas morales? ¿Porque somos fieles a nuestros ideales? … Sé bien lo que hago y no tengo necesidad de ser aprobada o aplazada. Sólo que al haber leído muchos de sus artículos y al estar de acuerdo con varios puntos de vista, me pondría contenta de conocer su opinión.” [6]
Uno de los temas fundamentales de reflexión e inflexión del anarquismo tienen que ver, históricamente, con la sexualidad y la libertad amatoria. Los desarrollos de Emma Goldman a principio del siglo se refieren de manera implícita del amor en libertad, donde el amor no puede sino ser libre, y muere al ser instituido dentro del vínculo matrimonial. Goldman afirmaba en su texto conocido en la versión publicada en Argentina como “La trampa de la Protección” y fechada en 1917 (Anarchism and Other Essays ): “¿Amor libre? ¿Acaso el amor puede ser otra cosa más que libre? En libertad, se entrega sin reservas, con abundancia, completamente. Todas las leyes y decretos, todos los tribunales del mundo no podrán arrancarlo del suelo en el que haya echado raíces. El amor no necesita protección porque él se protege a sí mismo.” Ciertamente Goldman se refería a los vínculos heterosexuales en una época donde era virtualmente imposible que una mujer, o incluso un varón, evadieran su responsabilidad cívica y social de contraer nupcias e ingresar, de ese modo, al sistema de producción y reproducción del capitalismo al cual la anarco-feminista se oponía. Esos vínculos de camaradería amorosa en libertad eran relaciones abiertas opuestas a la monogamia, institución contingente nacida con el capitalismo. De hecho, en línea con el anarco individualista Armand[7], quien sostenía que el amor también puede consistir en querer, por encima de todo, la dicha de quien se ama, la monogamia, la pareja o la familia no era apta para desarrollar la concepción anarquista de la vida. Todo el planteamiento teórico del amor libre y la camaradería amorosa sostenida por ambos anarquistas desde diferentes latitudes no era sino un intento de dividir aquello que había sido ideológicamente unido (reproducción y sexualidad) y cuestionar la familia como Estado pequeño hasta cuando los progenitores son anarquistas. Tal como escribiría Rossi, periodista de La Comuna Socialista a finales del siglo XIX fundador del proyecto anarquista comunal de amor libre en Brasil llamado Colonia Cecilia: “Cambiemos los ritos y los nombres cuanto queramos, … pero mientras tengamos un varón, una mujer, unos hijxs, una casa, tendremos una familia, es decir una pequeña sociedad autoritaria, celosa de sus prerrogativas…”.
En ese caldo de cultivo, y con las ideas de Emile Armand por detrás de sostén y fundamento de lo que el deseo hace innegable, es insostenible suponer a una América Scarfó no autónoma y decisora de su devenir sexo-afectivo. Claramente, no se trataba de una “víctima” de la cual se aprovechó Di Giovanni debido a “su inmadurez sexual” sino de una anarquista comprometida con los temas que la interpelaban más de cerca: la sexualidad, el compañerismo, la superación de las contradicciones inherente a las relaciones familiares y afectivas entre lxs propixs anarquistas.
Ley, Orden y Progreso
La palabra pedofilia o mejor dicho paidofilia -del griego παiς, παιδóς, niño, y el verbo fileo, amar,- (definida por el Diccionario de la Real Academia Española como la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes) describe, de acuerdo a las corrientes psicológicas más tradicionales, una perversión sexual[8]. El Código Penal Argentino tipifica en su artículo 120 el delito anteriormente (y aun hoy popularmente) conocido como “Estupro” que implica la realización de conductas encuadradas dentro del abuso sexual, lato sensu, perpetrado por un mayor de edad con una persona menor de 16 años, “aprovechándose de su inmadurez sexual, en razón de la mayoría de edad del autor, su relación de preeminencia respecto de la victima u otra circunstancia equivalente.”
Los delitos sexuales figuraban en el Código Penal, hasta 1999, bajo la forma de delitos “contra la honestidad”, bien jurídico protegido en general, y estaban organizados en capítulos como los tipos penales que parecían además proteger otros bienes.[9] En esta línea, se ha definido la “honestidad” en nuestra cultura y nuestro sistema como una exigencia de corrección y respeto impuesta por las buenas costumbres en las relaciones sexuales. La ley 25087/99 reemplaza el título “Delitos contra la honestidad”, atendiendo a la fuerte carga ideológica del mismo, por el de “Delitos contra la integridad sexual”. Este reemplazo intenta superar los prejuicios de género[10] y las valoraciones morales subyacentes a la noción de “honestidad”, que: (1) condena todo ejercicio de la sexualidad que se desvíe de la norma y (2) deriva en la “culpabilización” de las víctimas. Así, el bien jurídico protegido ha variado su enunciado, de la criticada noción de “honestidad” a la vigente noción de “integridad sexual”. Sin embargo, esta noción no aparece claramente definida en la ley, lo que dificulta establecer efectivamente cuándo dicha integridad se vería comprometida. Si bien la noción de “honestidad” ha perdido estatus jurídico, sigue operando con vigor en virtud de los imaginarios que condicionan las emociones, las prácticas, y los pensamientos del conjunto social; de allí que – en el caso que nos compete- muchas personas, en especial cierto grupo de feministas, que consideren que lo que estuvo en juego en esta relación es la “honestidad” de América Scarfó. Recíprocamente, la noción de “integridad sexual” ha ganado estatus jurídico, universalizándose, pero no ha sido internalizada por el conjunto social. En pocas palabras, conviven un universal que hace al “uso y la costumbre” con un universal que responde al ordenamiento jurídico.
América Libre
Intervenir, entonces, en el nombre de la transformación significa precisamente irrumpir en lo que se ha convertido en conocimiento fijo y realidad cognoscible para usar la propia realidad. Si, como parece ser el caso de la joven América Scarfó, no somos reconocibles en nuestros logros, nuestras elecciones, nuestros deseos, nuestra conciencia operante, luego es imposible persistir como ser; y somos seres no posibles, hemos sido excluidxs de la posibilidad de existir. Incluso quien es oprimidx existe como sujeto de alguna forma puesto que para ser oprimidx hay que ser inteligible. Descubrir que se es ininteligible (que las leyes de la cultura y del lenguaje te encuentran imposible, e inaudible) es descubrir que todavía no se accedió acceso a la categoría de humano y que las normas que hacen algo reconocible no están de tu lado. La batalla por volver trabajar las normas, que producen las reglas y los principios de valorización, en las cuales los cuerpos son experimentados (su deber ser sexual, en este caso, o ser construida como mera víctima vulnerable de un varón) es crucial para deshabilitar la política de género de los feminismos hegemónicos bienpensantes, y para contestar a los ideales impuestos de lo que un cuerpo debe ser y como debe comportarse. Por otra parte, tal como señala Katherine Frankle, reducir el sexismo a lo que los varones le hacen a las mujeres significa perder de vista el sistema que produce el sexismo mismo, donde la subordinación de aquellos cuerpos biopoliticamente asignados como mujer es parte de una práctica social más amplia que crea cuerpos generizados: mujeres femeninas y varones masculinos[11].
En el debate por el poder de decisión y elección de aquellos cuerpos generizados la pregunta por qué se entiende por autonomía emerge por si sola. ¿Autonomía: un estado de individuación a priori de las relaciones de dependencia del mundo de los otros? ¿O por el contrario, una heteronomía que permite establecer lazos (de afinidad, afectividad, parentesco) que no se basen en el matrimonio ni en la familia como rector de la sexualidad y los vínculos? Luchar por la autonomía de lxs sujetos significa luchar para trascender los límites naturalizados de la comunidad y la familia, que rigen el deber ser de nuestra sexualidad, como ya dijimos, y redefinir los lazos de amistad. El anarquismo constituye ante todo una forma de existencia contra la dominación, la cual no se puede concebir sin una ética del hacer. Esta ética anarquista se confronta con la ética del deber ser. Se trata entonces de una ética que aspira, entre otras cosas, a acortar la brecha entre el decir y el hacer. Si bien esta tarea nunca puede completarse de manera total –puesto que la subjetividad es un proceso en constante devenir-, esta apuesta convoca a una responsabilidad que, en el marco de una crítica a las sexualidades modernas, y de sus prácticas, sostiene como condición sine qua non la producción de sexualidades y vínculos afectivos contra-hegemónicos, incluso por fuera del statu quo de la pacatería progresista.
Después del fusilamiento de Severino y Paulino en 1930 durante la presidencia de Uriburu, la joven América fue protegida por sus compañerxs de ideas. Durante los años posteriores, escribió artículos para diarios anarquistas europeos en defensa de los derechos de la mujer, -hoy de escueta circulación- y continuó con sus estudios, los cuales nunca abandonó ni de muy mayor. Tras la tragedia, América encontrará un nuevo compañero de ideas con el cual fundará la librería y editorial Américalee, durante muchos años, la librería libertaria más completa de la ciudad de Buenos Aires y la editorial que se dedicó a publicar todos los pensadores ácratas.
Alegría que rima con Anarquía significa ser capaz de interiorizar la ética, ética amatoria del deseo que circula libremente y se relaciona libremente con otro deseo, también libre. ¿Qué pasa entonces con el anarquismo de hoy que ve, como el de ayer, “pecado” o “delito” -no sabemos qué es peor- donde a las claras hay autonomía, alegría y ejercicio concreto no enunciativo de la libertad sexual? Como la vieja frase atribuida a Emma Goldman “Si no puedo bailar tu revolución no me interesa.”
[1] Sin ir más lejos, en el Encuentro Regional de Mujeres Anarquistas de Febrero de 2008, en el que fuera el Centro Social Tucuy Paj, en la región Sur, una conocida feminista libertaria acusó, publicamente, a Severino con los cargos de “pedófilo”. Mientras que recientemente, otra, dijo, al referirse a este personaje histórico, que se trataba de un “violín”, término que en Argentina es peyorativo y carcelario para referirse a los violadores. Este trabajo pretende entre otras cosas discurrir y debatir incluso con el Código Penal que tal persona desconocía o cómplicemente mal utiliza.
[2] Cf. Osvaldo Bayer. Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia.
[3] Cf. Osvaldo Baigorria. El Amor Libre. Eros y Anarquía,
[4] El subrayado es nuestro.
[5] En archivo fotográfico se encuentran registros de América con lxs hijxs de Di Giovanni, para la época de su fusilamiento. Del mismo modo, hay datos de que Teresina habría re-comenzado una nueva relación, casualmente con otro anarquista.
[6] Bayer dice que antes de la carta, “una borrasca había enturbiado la relación de Severino y América. Las críticas de los compañeros, los impedimentos casi insalvables para continuar la relación, su propia situación familiar hacen crisis en América, quien le hará reproches a Severino y le dirá que termina con la relación... Como típica reyerta de enamorados, el reencuentro borrará todos los problemas y sellará la unión con más fuerza. De ese reencuentro saldrá la carta de América para L’en dehors, bajo el título de Una experiencia, publicada 20 de enero de 1929, junto con la respuesta de E. Armand: “Compañera: mi opinión importa poco en la materia de lo que me transmites sobre lo que haces. ¿Estás de acuerdo íntimamente con tu concepción personal de la vida anarquista o no estás de acuerdo? Si estás de acuerdo, ignora los comentarios e insultos de los otros y continúa tu camino. Nadie tiene el derecho de poder juzgar vuestra forma de conducirte, aun en el caso que la esposa de tu amigo fuera hostil a esas relaciones. Toda mujer unida a un anarquista (o viceversa) sabe muy bien que no deberá ejercer sobre él o sufrir de parte de él una dominación de cualquier orden”.
[7] “El amor entre anarcoindividualistas”, E. Armand en El Amor libre, Eros y Anarquia de Osvaldo Baigorria (comp.)
[8] No entraremos en debate y controversia por el uso de este término aquí. Baste decir simplemente que el uso que tanto Kraft-Ebbing en Scientia Sexualis como el mismo Freud lo utilizan para referirse a todas las prácticas sexuales “otras”, en especial no reproductivas, que otrora la iglesia denominaba como sodomía, depravación, etc.
[9] La fidelidad (adulterio), la libertad sexual (violación), el pudor (abuso deshonesto), la moral pública y la libertad (estupro), etc.
[10] De hecho, la ley anterior no penalizaba la violación ni al interior del matrimonio ni del concubinato.
[11] Cf. Judith Butler: What’s worng with sexual harrasment:761-762.
“No voy a ir a pedir nada, sino a recuperar algo que me pertenece”; tal las palabras, a los 86 años, con que Josefa América Scarfó se dirigió a el ex Ministro del Interior, Carlos Corach, cuando le devolvieron sus cartas de amor que hace más de 60 años le escribió su compañero, el anarquista Severino Di Giovanni.
Esas cartas dan cuenta de una relación no solo afectiva basada en lo sexual, sino desde la afinidad y la camaradería anarquista que se inició entre dos individuos que profesaban amor por la Idea cuando perseguido por la Policía, Di Giovanni, aceptó la invitación para instalarse en una habitación de la casa de los Scarfó, en Villa Ortúzar. Severino llegó allí con su esposa Teresa Mascullo y sus hijos. En ese lugar, con 24 años aproximadamente, conoció a la familia Scarfó y se enamoró de la menor de la familia, de 15, ella también anarquista junto a sus hermanos[2].
La relación se vio afectada no solo por los devenires y tempestades que acuciaban a lxs anarquistas de acción de la época, sino por un tendal de críticas que llevaron a América a dirigirse en una misiva al mismísimo Emile Armand, anarco-individualista mundialmente reconocido por su teoría y su práctica en el campo de las relaciones afectivas libres, y la camaradería amorosa anarquista[3]. La carta, fechada un 3 de diciembre de 1928, que por si sola es la réplica a las acusaciones contra el vínculo que ellxs entablaron y contra la invisibilización de las capacidades para discernir y un alegato de la madurez sexo-afectiva de América, se expresaba, anticipando incluso futuras habladurías, de la siguiente manera[4]:
“Tenemos que actuar, en todos los momentos de la vida, de acuerdo a nuestro modo de ver y de pensar, de manera que los reproches o las críticas de otra gente encuentren a nuestra individualidad protegida por los más sanos conceptos de responsabilidad y libertad en una muralla sólida que haga fracasar a esos ataques. Por eso debemos ser consecuentes con nuestras ideas... Soy una joven estudiante que cree en la vida nueva. Creo que, gracias a nuestra libre acción, individual o colectiva, podremos llegar a un futuro de amor, de fraternidad y de igualdad. Deseo para todos lo que deseo para mí: la libertad de actuar, de amar, de pensar. Es decir, deseo la anarquía para toda la humanidad. Creo que para alcanzarla debemos hacer la revolución social. Pero también soy de la opinión que para llegar a esa revolución es necesario liberarse de toda clase de prejuicios, convencionalismos, falsedades morales y códigos absurdos. Y, en espera de que estalle la gran revolución, debemos cumplir esa obra en todas las acciones de nuestra existencia. Para que esa revolución llegue, por otra parte, no hay que contentarse con esperar sino que se hace necesaria nuestra acción cotidiana. Allí donde sea posible, debemos interpretar el punto de vista anarquista y, consecuentemente, humano. En el amor, por ejemplo, no aguardaremos la revolución. Y nos uniremos libremente, despreciando los prejuicios, las barreras, las innumerables mentiras que se nos oponen como obstáculos. He conocido a un hombre, un camarada de ideas. Según las leyes burguesas, él está ‘casado’. Se ha unido a una mujer como consecuencia de una circunstancia pueril, sin amor. En ese momento no conocía nuestras ideas. Empero, él vivió con esa mujer varios años y nacieron hijos. Al vivir junto a ella, no experimentó la satisfacción que hubiera sentido con un ser amado. La vida se volvió fastidiosa, el único medio que unía a los dos seres eran los niños. Todavía adolescente, ese hombre toma conocimiento con nuestras ideas y nace en él una conciencia. Se convierte en un valiente militante. Se consagra con ardor y con inteligencia a la propaganda. Todo su amor no dirigido a una persona lo ofrenda a su ideal. … Ocurrió que las circunstancias nos hicieron encontrar al principio como compañeros de ideas. Nos hablamos, simpatizamos y aprendimos a conocernos. Así fue naciendo nuestro amor. Creímos, al principio, que sería imposible. Él, que había amado sólo en sueños, y yo, que hacía mi entrada a la vida. Cada uno continuó viviendo entre la duda y el amor. El destino –o más bien el amor– hizo lo demás. Abrimos nuestros corazones, y nuestro amor y nuestra felicidad comenzaron a entonar su canción en medio de la lucha y del ideal, que más impulso les dieron aún. …. Nosotros idealizamos el amor pero llevándolo a la realidad. El amor libre que no conoce barreras ni obstáculos. … También su mujer –a pesar de su relativo conocimiento– simpatiza con nuestras ideas. Últimamente ella dio pruebas de desprecio hacia los sicarios del orden burgués cuando la policía comenzó a perseguir a mi amigo. Fue así como la esposa de mi compañero y yo hemos llegado a ser amigas[5]. Ella no ignora nada de lo que representa para mí el hombre que vivía a su lado. El sentimiento de afecto fraternal que existía entre ellos le permitió a él confiárselo a ella. Por otra parte, él le dio libertad de actuar como ella lo deseara, tal como corresponde a todo anarquista consciente. … Pero he aquí que algunos se han erigido en jueces. Y éstos no se encuentran tanto en la gente común sino más bien entre los compañeros de ideas que se tienen a sí mismos como libres de prejuicios, pero que en el fondo son intolerantes. Uno de ellos sostiene que nuestro amor es una locura; otro señala que la esposa de mi amigo juega el papel de ‘mártir’, pese a que ella no ignora nada de lo que nos concierne, es dueña de su persona y goza de su libertad. Un tercero levanta el ridículo obstáculo económico. Yo soy independiente, como lo es mi amigo. …Aquí, en Buenos Aires, ciertos camaradas tienen del amor libre una idea verdaderamente exigua. Se imaginan que sólo consiste en cohabitar sin estar casados legalmente y, mientras tanto, en sus hogares siguen perdurando todas las ridiculeces y los prejuicios que son propios de los ignorantes. En la sociedad burguesa también existe esa clase de uniones que ignoran al registro civil y al cura. ¿Es acaso eso el amor libre? Por último, se critica nuestra diferencia de edad simplemente porque yo tengo 16 años y mi amigo 26. Unos me acusan de perseguir una operación comercial; otros me califican de inconsciente. ¡Ah, esos pontífices del anarquismo! ¡Hacer intervenir en el amor el problema de la edad! ¡Como si no fuera suficiente que el cerebro razone para que una persona sea responsable de sus actos! Por otra parte, es un problema mío y si la diferencia de edad no me importa nada a mí, ¿por qué tiene que importarle a los demás? Lo que quiero y amo es la juventud del espíritu, que es eterna. Hay también aquellos que nos tratan de degenerados, de enfermos y de otros calificativos de la misma especie. A todos ellos les contesto: ¿por qué? ¿Porque nosotros vivimos la vida en su verdadero sentido, porque rendimos un culto libre al amor? ¿Porque igual a los pájaros que alegran los paseos y los jardines nos amamos sin importarnos los códigos o las falsas morales? ¿Porque somos fieles a nuestros ideales? … Sé bien lo que hago y no tengo necesidad de ser aprobada o aplazada. Sólo que al haber leído muchos de sus artículos y al estar de acuerdo con varios puntos de vista, me pondría contenta de conocer su opinión.” [6]
Uno de los temas fundamentales de reflexión e inflexión del anarquismo tienen que ver, históricamente, con la sexualidad y la libertad amatoria. Los desarrollos de Emma Goldman a principio del siglo se refieren de manera implícita del amor en libertad, donde el amor no puede sino ser libre, y muere al ser instituido dentro del vínculo matrimonial. Goldman afirmaba en su texto conocido en la versión publicada en Argentina como “La trampa de la Protección” y fechada en 1917 (Anarchism and Other Essays ): “¿Amor libre? ¿Acaso el amor puede ser otra cosa más que libre? En libertad, se entrega sin reservas, con abundancia, completamente. Todas las leyes y decretos, todos los tribunales del mundo no podrán arrancarlo del suelo en el que haya echado raíces. El amor no necesita protección porque él se protege a sí mismo.” Ciertamente Goldman se refería a los vínculos heterosexuales en una época donde era virtualmente imposible que una mujer, o incluso un varón, evadieran su responsabilidad cívica y social de contraer nupcias e ingresar, de ese modo, al sistema de producción y reproducción del capitalismo al cual la anarco-feminista se oponía. Esos vínculos de camaradería amorosa en libertad eran relaciones abiertas opuestas a la monogamia, institución contingente nacida con el capitalismo. De hecho, en línea con el anarco individualista Armand[7], quien sostenía que el amor también puede consistir en querer, por encima de todo, la dicha de quien se ama, la monogamia, la pareja o la familia no era apta para desarrollar la concepción anarquista de la vida. Todo el planteamiento teórico del amor libre y la camaradería amorosa sostenida por ambos anarquistas desde diferentes latitudes no era sino un intento de dividir aquello que había sido ideológicamente unido (reproducción y sexualidad) y cuestionar la familia como Estado pequeño hasta cuando los progenitores son anarquistas. Tal como escribiría Rossi, periodista de La Comuna Socialista a finales del siglo XIX fundador del proyecto anarquista comunal de amor libre en Brasil llamado Colonia Cecilia: “Cambiemos los ritos y los nombres cuanto queramos, … pero mientras tengamos un varón, una mujer, unos hijxs, una casa, tendremos una familia, es decir una pequeña sociedad autoritaria, celosa de sus prerrogativas…”.
En ese caldo de cultivo, y con las ideas de Emile Armand por detrás de sostén y fundamento de lo que el deseo hace innegable, es insostenible suponer a una América Scarfó no autónoma y decisora de su devenir sexo-afectivo. Claramente, no se trataba de una “víctima” de la cual se aprovechó Di Giovanni debido a “su inmadurez sexual” sino de una anarquista comprometida con los temas que la interpelaban más de cerca: la sexualidad, el compañerismo, la superación de las contradicciones inherente a las relaciones familiares y afectivas entre lxs propixs anarquistas.
Ley, Orden y Progreso
La palabra pedofilia o mejor dicho paidofilia -del griego παiς, παιδóς, niño, y el verbo fileo, amar,- (definida por el Diccionario de la Real Academia Española como la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes) describe, de acuerdo a las corrientes psicológicas más tradicionales, una perversión sexual[8]. El Código Penal Argentino tipifica en su artículo 120 el delito anteriormente (y aun hoy popularmente) conocido como “Estupro” que implica la realización de conductas encuadradas dentro del abuso sexual, lato sensu, perpetrado por un mayor de edad con una persona menor de 16 años, “aprovechándose de su inmadurez sexual, en razón de la mayoría de edad del autor, su relación de preeminencia respecto de la victima u otra circunstancia equivalente.”
Los delitos sexuales figuraban en el Código Penal, hasta 1999, bajo la forma de delitos “contra la honestidad”, bien jurídico protegido en general, y estaban organizados en capítulos como los tipos penales que parecían además proteger otros bienes.[9] En esta línea, se ha definido la “honestidad” en nuestra cultura y nuestro sistema como una exigencia de corrección y respeto impuesta por las buenas costumbres en las relaciones sexuales. La ley 25087/99 reemplaza el título “Delitos contra la honestidad”, atendiendo a la fuerte carga ideológica del mismo, por el de “Delitos contra la integridad sexual”. Este reemplazo intenta superar los prejuicios de género[10] y las valoraciones morales subyacentes a la noción de “honestidad”, que: (1) condena todo ejercicio de la sexualidad que se desvíe de la norma y (2) deriva en la “culpabilización” de las víctimas. Así, el bien jurídico protegido ha variado su enunciado, de la criticada noción de “honestidad” a la vigente noción de “integridad sexual”. Sin embargo, esta noción no aparece claramente definida en la ley, lo que dificulta establecer efectivamente cuándo dicha integridad se vería comprometida. Si bien la noción de “honestidad” ha perdido estatus jurídico, sigue operando con vigor en virtud de los imaginarios que condicionan las emociones, las prácticas, y los pensamientos del conjunto social; de allí que – en el caso que nos compete- muchas personas, en especial cierto grupo de feministas, que consideren que lo que estuvo en juego en esta relación es la “honestidad” de América Scarfó. Recíprocamente, la noción de “integridad sexual” ha ganado estatus jurídico, universalizándose, pero no ha sido internalizada por el conjunto social. En pocas palabras, conviven un universal que hace al “uso y la costumbre” con un universal que responde al ordenamiento jurídico.
América Libre
Intervenir, entonces, en el nombre de la transformación significa precisamente irrumpir en lo que se ha convertido en conocimiento fijo y realidad cognoscible para usar la propia realidad. Si, como parece ser el caso de la joven América Scarfó, no somos reconocibles en nuestros logros, nuestras elecciones, nuestros deseos, nuestra conciencia operante, luego es imposible persistir como ser; y somos seres no posibles, hemos sido excluidxs de la posibilidad de existir. Incluso quien es oprimidx existe como sujeto de alguna forma puesto que para ser oprimidx hay que ser inteligible. Descubrir que se es ininteligible (que las leyes de la cultura y del lenguaje te encuentran imposible, e inaudible) es descubrir que todavía no se accedió acceso a la categoría de humano y que las normas que hacen algo reconocible no están de tu lado. La batalla por volver trabajar las normas, que producen las reglas y los principios de valorización, en las cuales los cuerpos son experimentados (su deber ser sexual, en este caso, o ser construida como mera víctima vulnerable de un varón) es crucial para deshabilitar la política de género de los feminismos hegemónicos bienpensantes, y para contestar a los ideales impuestos de lo que un cuerpo debe ser y como debe comportarse. Por otra parte, tal como señala Katherine Frankle, reducir el sexismo a lo que los varones le hacen a las mujeres significa perder de vista el sistema que produce el sexismo mismo, donde la subordinación de aquellos cuerpos biopoliticamente asignados como mujer es parte de una práctica social más amplia que crea cuerpos generizados: mujeres femeninas y varones masculinos[11].
En el debate por el poder de decisión y elección de aquellos cuerpos generizados la pregunta por qué se entiende por autonomía emerge por si sola. ¿Autonomía: un estado de individuación a priori de las relaciones de dependencia del mundo de los otros? ¿O por el contrario, una heteronomía que permite establecer lazos (de afinidad, afectividad, parentesco) que no se basen en el matrimonio ni en la familia como rector de la sexualidad y los vínculos? Luchar por la autonomía de lxs sujetos significa luchar para trascender los límites naturalizados de la comunidad y la familia, que rigen el deber ser de nuestra sexualidad, como ya dijimos, y redefinir los lazos de amistad. El anarquismo constituye ante todo una forma de existencia contra la dominación, la cual no se puede concebir sin una ética del hacer. Esta ética anarquista se confronta con la ética del deber ser. Se trata entonces de una ética que aspira, entre otras cosas, a acortar la brecha entre el decir y el hacer. Si bien esta tarea nunca puede completarse de manera total –puesto que la subjetividad es un proceso en constante devenir-, esta apuesta convoca a una responsabilidad que, en el marco de una crítica a las sexualidades modernas, y de sus prácticas, sostiene como condición sine qua non la producción de sexualidades y vínculos afectivos contra-hegemónicos, incluso por fuera del statu quo de la pacatería progresista.
Después del fusilamiento de Severino y Paulino en 1930 durante la presidencia de Uriburu, la joven América fue protegida por sus compañerxs de ideas. Durante los años posteriores, escribió artículos para diarios anarquistas europeos en defensa de los derechos de la mujer, -hoy de escueta circulación- y continuó con sus estudios, los cuales nunca abandonó ni de muy mayor. Tras la tragedia, América encontrará un nuevo compañero de ideas con el cual fundará la librería y editorial Américalee, durante muchos años, la librería libertaria más completa de la ciudad de Buenos Aires y la editorial que se dedicó a publicar todos los pensadores ácratas.
Alegría que rima con Anarquía significa ser capaz de interiorizar la ética, ética amatoria del deseo que circula libremente y se relaciona libremente con otro deseo, también libre. ¿Qué pasa entonces con el anarquismo de hoy que ve, como el de ayer, “pecado” o “delito” -no sabemos qué es peor- donde a las claras hay autonomía, alegría y ejercicio concreto no enunciativo de la libertad sexual? Como la vieja frase atribuida a Emma Goldman “Si no puedo bailar tu revolución no me interesa.”
[1] Sin ir más lejos, en el Encuentro Regional de Mujeres Anarquistas de Febrero de 2008, en el que fuera el Centro Social Tucuy Paj, en la región Sur, una conocida feminista libertaria acusó, publicamente, a Severino con los cargos de “pedófilo”. Mientras que recientemente, otra, dijo, al referirse a este personaje histórico, que se trataba de un “violín”, término que en Argentina es peyorativo y carcelario para referirse a los violadores. Este trabajo pretende entre otras cosas discurrir y debatir incluso con el Código Penal que tal persona desconocía o cómplicemente mal utiliza.
[2] Cf. Osvaldo Bayer. Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia.
[3] Cf. Osvaldo Baigorria. El Amor Libre. Eros y Anarquía,
[4] El subrayado es nuestro.
[5] En archivo fotográfico se encuentran registros de América con lxs hijxs de Di Giovanni, para la época de su fusilamiento. Del mismo modo, hay datos de que Teresina habría re-comenzado una nueva relación, casualmente con otro anarquista.
[6] Bayer dice que antes de la carta, “una borrasca había enturbiado la relación de Severino y América. Las críticas de los compañeros, los impedimentos casi insalvables para continuar la relación, su propia situación familiar hacen crisis en América, quien le hará reproches a Severino y le dirá que termina con la relación... Como típica reyerta de enamorados, el reencuentro borrará todos los problemas y sellará la unión con más fuerza. De ese reencuentro saldrá la carta de América para L’en dehors, bajo el título de Una experiencia, publicada 20 de enero de 1929, junto con la respuesta de E. Armand: “Compañera: mi opinión importa poco en la materia de lo que me transmites sobre lo que haces. ¿Estás de acuerdo íntimamente con tu concepción personal de la vida anarquista o no estás de acuerdo? Si estás de acuerdo, ignora los comentarios e insultos de los otros y continúa tu camino. Nadie tiene el derecho de poder juzgar vuestra forma de conducirte, aun en el caso que la esposa de tu amigo fuera hostil a esas relaciones. Toda mujer unida a un anarquista (o viceversa) sabe muy bien que no deberá ejercer sobre él o sufrir de parte de él una dominación de cualquier orden”.
[7] “El amor entre anarcoindividualistas”, E. Armand en El Amor libre, Eros y Anarquia de Osvaldo Baigorria (comp.)
[8] No entraremos en debate y controversia por el uso de este término aquí. Baste decir simplemente que el uso que tanto Kraft-Ebbing en Scientia Sexualis como el mismo Freud lo utilizan para referirse a todas las prácticas sexuales “otras”, en especial no reproductivas, que otrora la iglesia denominaba como sodomía, depravación, etc.
[9] La fidelidad (adulterio), la libertad sexual (violación), el pudor (abuso deshonesto), la moral pública y la libertad (estupro), etc.
[10] De hecho, la ley anterior no penalizaba la violación ni al interior del matrimonio ni del concubinato.
[11] Cf. Judith Butler: What’s worng with sexual harrasment:761-762.
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