domingo, 9 de septiembre de 2007

tecnologías del género


Con el concepto de “tecnologías de género”[1], De Lauretis se opuso a “la idea de una sexualidad femenina natural sobre la que la sociedad patriarcal sobreimponía el género como estructura institucional de opresión de las mujeres”, principio que permaneció invariable a pesar de los distintos debates en torno a los conceptos de género, diferencia sexual y sexualidad que se dieron a partir de la década del ’70. Este concepto toma como punto de partida la “tecnología del sexo” pensada por Foucault como “conjunto de los efectos producidos en cuerpos, comportamientos y relaciones sociales” debido al despliegue de una compleja tecnología de poder”, pero, al decir de la autora, superándolo en cuanto esta concepción no incluye la consideración de género. Así, para De Lauretis, “el género, como la sexualidad, no es una propiedad de los cuerpos o algo que existe originariamente en los seres humanos” sino que es “el producto y el proceso de una serie de tecnologías sociales”. De Lauretis recupera aquí el concepto de “contrato heterosexual” de Monique Wittig (el acuerdo moderno de no cuestionar el a priori de género, la oposición sociosexual entre “hombre” y “mujer” como presupuesto incuestionable), recordando la no-naturalidad de la heterosexualidad misma. Y denuncia “la tenaz costumbre mental de pensar la sexualidad como actos sexuales entre personas y asociarla con la esfera privada o la “privacy” individual, aun cuando estamos constantemente rodeados de representaciones de la sexualidad (…) tiende a negar lo obvio, esto es, el carácter absolutamente público de los discursos sobre la sexualidad y lo que Foucault ha llamado la “tecnología del sexo”: los aparatos o dispositivos sociales (del sistema educativo a la jurisprudencia, de la medicina a los medios de comunicación, etc.) que no sólo regulan la sexualidad sino que efectivamente la imponen, esto es, la regulan y la imponen como heterosexualidad”.


[1] Todas las citas pertenecen a De Lauretis, Teresa: Diferencias. Edición horas y HORAS, Madrid, 2000.

2 comentarios:

tan versátil como acústica dijo...

no verla equivale a quedarse con la hormiga en el bosque, sin atender a los árboles. es lo enorme, es lo medular, y tratamos de, pongo otra frase "tapar el sol con el dedo".

punk luddita dijo...

gracias por prestarle atención al título de este blog. y sí, ese es quid de la cuestión. está ahí, da vueltas alrededor del bosque, pero no la ve, no puede entrar. dice bretón que es un poeta el que ronda el bosque.