"...y allí está tu alma, inocente, buscando resguardar melodías que creamos para vos ayer..."*
“Habla de lo que sabes”[1], suplica más que pide Alejandra Pizarnik en un poema que guardo en mi corazón. Por primera vez en mi vida, cumplo rigurosamente con ella. Hablo de lo que sé. Aunque tome las palabras de otros, aunque tantas palabras hablen de mí desde hace tanto tiempo. Por primera vez en mi vida digo lo que sé, lo que he sabido siempre.
Quizá sea esa la clave que faltaba. Furiosas palabras de Alejandra Pizarnik, de Virginia Woolf. Como olas destellantes, la infancia y su esplendor ajado. Ofensas, culpas, expiaciones. La mano que golpea sobre el pecho, la frase repetida que se hace carne con el puño. “Hemos intentado hacernos perdonar lo que no hicimos…”[2]. Sin saberlo. Tan sin saber. El puño que golpea el pecho, la mano que atenaza la garganta, la venda sobre los ojos. “Todas esas cosas ocurren en un segundo y duran para siempre”[3], lo sepamos reconocer o no, fluyendo en el danzante galope de los días. Y me faltaba todo, no sólo las palabras. Pero lo que me amordazaba existe.
Quizá sea esa la clave que faltaba. Furiosas palabras de Alejandra Pizarnik, de Virginia Woolf. Como olas destellantes, la infancia y su esplendor ajado. Ofensas, culpas, expiaciones. La mano que golpea sobre el pecho, la frase repetida que se hace carne con el puño. “Hemos intentado hacernos perdonar lo que no hicimos…”[2]. Sin saberlo. Tan sin saber. El puño que golpea el pecho, la mano que atenaza la garganta, la venda sobre los ojos. “Todas esas cosas ocurren en un segundo y duran para siempre”[3], lo sepamos reconocer o no, fluyendo en el danzante galope de los días. Y me faltaba todo, no sólo las palabras. Pero lo que me amordazaba existe.
3 comentarios:
para escribir siendo mujer, argentina y contemporánea hay que poder matar a pizarnik.
acometa la tarea con audacia de samurai.
ese es un buen consejo y una gran verdad. se agradece.
pero tendremos que soportar un tiempito más las citas, estoy tratando de decir algo que tiene que ser dicho así, con palabras mías y de otrxs.
Si hay algo que no nos pertenece son las palabras. Matar la tradición del lenguaje sería el más bello asesinato que pueda acometer hombres y mujeres. Un único y desaforado acto egoísta. Sólo un dios puede permanecer mudo, indiferente. Hombres y mujeres decimos para odiarnos, para amarnos, para desearnos y decirnos adiós. Es parte de nuestra tragedia. Y ese decir siempre será de otro, por otro, para otro, en otro. Nunca hablamos, es el otro el que habla.
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