Nos sumamos a la conmemoración. Pero D’Atri olvida mencionar el rol de los y las anarquistas. La FORA en 1906 instrumentó una intensa campaña de agitación en los conventillos por el tema de los alquileres. Una vez desatado el conflicto, la organización no vertical del mismo, su relación con el movimiento obrero y su perfilamiento como conflicto en contra de la propiedad privada más que por la baja del alquiler, nos muestran la inequívoca influencia libertaria. Que para finalizarlo se haya apelado a la Ley de Residencia, la típica ley "antiananquista" no es casual. Queda para la próxima el análisis de las posturas anarcas y las del PS...
1907 - CIEN AÑOS DE LA HUELGA DE INQUILINOS – 2007
“Barramos con las escobas la injusticia de este mundo”
Por Andrea D’Atri
“Ocho mujeres cargaban a pulso el féretro del niño asesinado por la policía comandada por Ramón L. Falcón. Pero el camino hecho a pie, desde Barracas hasta Chacarita era largo, entonces se turnaban con otras mujeres. Aunque en algún punto hubo que dejar el cajón en la calle para defenderse de la represión policial que ni a los muertos respeta. Detrás del ataúd, cerca de 700 vecinas de los conventillos encabezaban una columna de más de 5.000 trabajadores que abandonaban talleres y fábricas para concurrir al sepelio del joven mártir. Era un cortejo imponente de los vecinos más pobres de Buenos Aires.” Era el mes de octubre del año 1907 y con esas palabras, la joven anarquista Juana Rouco Buela describía uno de los enfrentamientos entre vecinos y policías con el que culminaba la huelga de inquilinos que había comenzado en agosto.
El censo municipal de 1904 ya señalaba que, por cada casa, habitaban 12 personas; más del 10% de la población de la Ciudad de Buenos Aires, vivía en conventillos. Mientras una familia tenía que arreglarse con una o dos habitaciones, debía pagar casi la mitad del salario de un obrero por ese pequeño espacio. ¡Ocho veces más que en París o Londres!
En agosto de 1907, ante el anuncio de un futuro aumento de impuestos, los propietarios se apresuraron a subir los alquileres, desatando la furia de los inquilinos. El puntapié inicial lo dieron los vecinos del conventillo de Ituzaingó 279, en Barracas, que se rehusaron a pagar el alquiler. La medida se extendió rápidamente a otros conventillos de la ciudad y pronto adhirieron inquilinos de las localidades del sur del Gran Buenos Aires y de otras ciudades del interior del país.
El censo municipal de 1904 ya señalaba que, por cada casa, habitaban 12 personas; más del 10% de la población de la Ciudad de Buenos Aires, vivía en conventillos. Mientras una familia tenía que arreglarse con una o dos habitaciones, debía pagar casi la mitad del salario de un obrero por ese pequeño espacio. ¡Ocho veces más que en París o Londres!
En agosto de 1907, ante el anuncio de un futuro aumento de impuestos, los propietarios se apresuraron a subir los alquileres, desatando la furia de los inquilinos. El puntapié inicial lo dieron los vecinos del conventillo de Ituzaingó 279, en Barracas, que se rehusaron a pagar el alquiler. La medida se extendió rápidamente a otros conventillos de la ciudad y pronto adhirieron inquilinos de las localidades del sur del Gran Buenos Aires y de otras ciudades del interior del país.
La huelga de las escobas
Las mujeres fueron protagonistas indiscutibles de este levantamiento de los trabajadores y el pueblo pobre que vivía hacinado en las ciudades. “En el conventillo de la calle Chile 864 se produjo un gran desorden debido a que se presentó un oficial de justicia con una cédula de demanda contra uno de los huelguistas. El oficial se vio obligado a retirarse de la citada casa, a causa de que las mujeres, armadas de escoba, palos y otros objetos los amenazaron.”, decía el diario La Prensa.
Niñas, niños y adolescentes se plegaron a la protesta resistiendo los desalojos con escobas y agua hirviendo. La revista Caras y Caretas describe: “Hasta los muchachos toman participación activa en la guerra al alquiler. Frente a los objetivos de nuestras máquinas, desfilaron cerca de trescientos niños y niñas de todas las edades, que recorrían las calles de La Boca en manifestación, levantando escobas ‘para barrer a los caseros’. Cuando la manifestación llegaba a un conventillo recibía un nuevo contingente de muchachos, que se incorporaban a ella entre los aplausos del público.”
Algunos vigilantes –también habitantes de esos conventillos- se adherían a la huelga. “Compañeros, ¿les parece justo el proceder que están adoptando con los obreros que defienden sus intereses con justa razón...?”, le decía un policía a sus pares a través de una carta publicada en el periódico anarquista La Protesta.
El asesino Ramón L. Falcón, jefe de la policía, ordenó abrir fuego contra un conventillo envuelto en la rebelión. Allí cae asesinado Miguel Pepe, un adolescente de 17 años a quien le escucharon arengar: “Barramos con las escobas la injusticia de este mundo.” La huelga se intensificó. El cortejo fúnebre que acompañaba el cuerpo de Miguelito a pie hasta el cementerio de la Chacarita, tuvo que dejar el féretro en el piso, en distintas oportunidades, para enfrentar la represión policial “que ni a los muertos respeta.” Quien relató estos episodios, Juana Rouco Buela, era una joven inmigrante que, con sólo 18 años fue considerada un “elemento peligroso para la tranquilidad del capitalismo y el Estado” y, por esa razón, deportada.
El oligarca diario La Nación señalaba contra quiénes debía dirigirse la represión: “Los mismos iniciadores del conflicto deben velar para mantenerlo en su justo terreno, evitando la intromisión de estos peligrosos huéspedes que pretenden convertirlos en instrumentos de su propaganda.”
Finalmente, los inquilinos lograron imponer sus demandas, pero el Estado recayó con toda su fuerza de represión sobre los activistas, deportando a decenas de inmigrantes anarquistas que habían participado en esta huelga.
El oligarca diario La Nación señalaba contra quiénes debía dirigirse la represión: “Los mismos iniciadores del conflicto deben velar para mantenerlo en su justo terreno, evitando la intromisión de estos peligrosos huéspedes que pretenden convertirlos en instrumentos de su propaganda.”
Finalmente, los inquilinos lograron imponer sus demandas, pero el Estado recayó con toda su fuerza de represión sobre los activistas, deportando a decenas de inmigrantes anarquistas que habían participado en esta huelga.
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